“Visitantes del Cielo – Ara òrun.”
Antepasados.
Es un elemento cardinal en la educación yoruba el honrar el pasado antes de emprender una nueva tarea. Se enseña a reflexionar en como las circunstancias del pasado pueden configurar las condiciones del presente y las esperanzas del futuro. El ejemplo tomado de las realizaciones pasadas es la base de las realizaciones futuras. Cada uno de nosotros tenemos el sagrado deber de perfeccionar la obra de nuestros antepasados que a su vez, perfeccionaron la obra de la creación. La razón de nuestra existencia está clara en el pasaje bíblico que dice: “Así en la tierra como en el cielo”. (*El cielo representa para los yorubas la morada de los familiares difuntos - Ode ara òrun).
La reverencia que se concedió a los parientes difuntos que se creían que se volvían seres espirituales poderosos o, menos frecuentemente, para haber logrado el estado de dioses, está basado en la creencia de que los antepasados son miembros activos de la sociedad y todavía están interesado en los asuntos de sus parientes vivientes. El culto a los antepasados es común, aunque no universal. En general, se cree que los antepasados manejan con gran autoridad y tienen poderes especiales para influir en el curso de los eventos o controlar el bienestar de sus parientes vivientes. La protección de la familia es uno de sus preocupaciones principales. Ellos son considerados intermediarios entre el dios supremo, o los dioses y las personas.
Eegun (Egúngún) es el Òrishà que simboliza a todos los antepasados hombres de un linaje. En su sentido metafórico, representa nuestros hábitos familiares y las costumbres legadas mediante las enseñanzas de la escuela familiar dirigidas por el más viejo, desde el preciso momento del surgimiento de los clanes.
Eegun además, es el antepasado común o quién se identifica con un tótem común o animal. Los símbolos y las prácticas se basaron en una relación supuesta entre un individuo o un grupo social y un objeto natural conocidos como un tótem. El tótem puede ser una especie particular de pájaro, animal o planta, un fenómeno natural o un rasgo del paisaje con el que un grupo cree que se unió de alguna manera. La descendencia puede remontarse a un antepasado totémico original que se vuelve el símbolo del grupo. Los yorubas individualmente se han conocido por cultivar una amistad personal con un animal totémico (Ekùn – leopardo) particular o planta. Interpretarse así como un dispositivo conceptual para ordenar a los grupos sociales por medio de los emblemas naturales. Los tótemes se identifican y simbolizan a un grupo en el que se comparte el interés común particularmente para la protección del pariente miembro.
Los yorubas aseguran que los difuntos reencarnan en sus nietos y biznietos. Bàbátúndé (el padre a regresado) es el nombre que lleva un niño nacido inmediatamente después de la muerte de su abuelo y Yeyétúndé el nombre de la niña nacida después de la muerte inmediata de la abuela. Es muy común, durante la invocación a los antepasados, asistir a los difuntos que han muerto en su mayoría de edad. La muerte está hecha para la edad avanzada y dadas las condiciones correctas, cada persona debería vivir hasta una edad madura. La muerte de una persona anciana es una ocasión de regocijo porque la persona solo ha sido llamada a casa y sus hijos viven para enterrarle. Cuando se escucha hablar sola a una persona envejeciente, se cree que está hablando a sus asociados o parientes que ya han partido. Si se pregunta, dirá algo que lo confirme. Los yorubas dicen de tales personas envejecidas, que ya no escuchan lo que decimos; ya que su conversación es con aquellos que están “en el otro lado”
Los peligros que entraña la relación directa con los ancestros a través de la reencarnación parcial.
La reencarnación parcial es que aquellos que han entrado en la Vida Después, ahí se mantienen y ahí los sobrevivientes y sus hijos después de ellos pueden mantener interacción ininterrumpida con ellos, especialmente si ellos han sido buenas personas en la tierra y estaban maduros (sanos) a la hora de su muerte. Aquellos que están en el mundo pueden tener una comunión con ellos y que aquellos están allí con todas las cualidades intactas.
Esto demuestra que la adoración a los ancestros es una nomenclatura para aquello que de hecho no es “Adoración”, pero si una manifestación de una relación familiar irrompible entre los padres que han partido de este mundo y sus retoños que aún están aquí. Se cree que nuestros familiares muertos mantienen un contacto con sus familiares vivos de tiempo en tiempo para luego volver a reencarnar. La primera reaparición se manifiesta a los 40 días después de su fallecimiento y luego, después, una vez por año.
Mediante el culto a los ancestros hay ciertas características lineales dominantes que siguen recurriendo a través de nacimientos y así aseguran la continuidad de la existencia vital de la familia o clan. Dentro de la liturgia yoruba, se le realizan diferentes tipos de ofrecimientos e invocaciones para recibir estas características y adquirir, mediante ello, determinadas facultades que nos son necesarias para afrontar los problemas existenciales.
Los yorubas creen que el difunto puede ser visto a través de sueños o trances y que ellos pueden impartir información o explicación, que pueden dar instrucciones sobre asuntos en los que la familia está en serios aprietos. También pueden enviar mensajes a través de otras personas. Otros pueden curar las enfermedades en los niños. Si hay una pestilencia, por ejemplo, la viruela, o un número grande de muertes súbitas o una proporción alta de mortalidad infantil en un pueblo, se dan ofrendas a los Eegun y la furia del desastre mengua. Son dos razones bastante comunes para buscar la ayuda del Òrishà Eegun.
Los difuntos pueden, también, aparecer a una persona ya sea para dar dirección o ayuda, o para molestar. En muchas ocasiones a través de los ofrecimientos realizados recibimos, de los difuntos, las influencias nefastas que fueron causas de sus dolencias cuando eran seres encarnados. Algunos antepasados pueden afligir a los seres humanos con enfermedades mentales, sobre todo causándoles ver a los seres sobrenaturales en sueños.
Los ritos que se llevan a cabo, deben guardar ciertas exigencias para que se reciban los más altos valores, de los antepasados, mediante la metempsicosis (transmigración de las almas de un cuerpo a otro) y evitar la transmisión, o legado espiritual de los malos hábitos y adversidades que dañaron su existencia terrenal.
Las prácticas “Espiritistas” no aseguran dichas exigencias y representan, en el mundo actual, el principal foco de transmisión de achaques, enfermedades, problemas sociales y de los malos legados espirituales de nuestros ancestros. Ejemplo de ello lo podemos encontrar en ciertas que pertenecen a los odù Ifá Òtura Oniko, Òdí Òshé y Òtura Òbàrà.
Estamos seguros de que la mayoría de los problemas sociales que se presentan en la vida cotidiana de los practicantes del culto yoruba y espiritista, son producto de la evocación indiscriminada de ciertos difuntos que, “cuando animaban carne”, tuvieron imnumerables problemas, también sociales. Así como, con la adoración a nuestros antepasados esclavos incorporamos, a nuestra vida y a nuestra formación, todos los lamentos y marginaciones a que estos fueron sometidos. El hecho se comprueba, en este momento histórico, cuando analizamos que un gran por ciento de los practicantes están vetados de los privilegios sociales y que su suerte esta limitada en la marcha escalonada del desarrollo de la actual civilización.
En los practicantes muchas veces notamos actitudes de sumisión, bajo nivel intelectual, violencia, prejuicios, mala conducta social que, generalmente, los conlleva a una reclusión penitenciaria, problemas familiares que inciden en la unión de la familia, etc. Se pueden observar muchos razgos que son inherentes a nuestros antepasados esclavos. Todas las visicitudes del pasado se han ido transmitiendo de una generación a otra, no sólo por una mala formación en el seno de la familia sino, fundamentalmente, por la metempsicosis que se producen mediante el culto a nuestros antepasados.
Concepto filosófíco del culto a los antepasados.
Los Yoruba generalmente distinguen por lo menos, tres almas separadas:
Èmí (la respiración)
Orí u Elédàá (la cabeza).
Òjìjì (la sombra)
Definiciones.
Èmí (respiración, sangre, algo que existe a lo largo del cuerpo), el significado general es que èmí es el espíritu del hombre, el principio vital, misterioso que distingue a una persona viviente de una persona muerta.
Orí es el invisible e intangible. Es el destino de uno, es lo que llamamos suerte. Si uno es afortunado en la vida, es debido a un Orí bueno. Si uno tiene muchos infortunios, éstos son debidos a un Orí malo. En este sentido invisible, Orí quiere decir también compañero doble o espíritu guardián (Elédàá). El Orí de uno lo sigue a la tierra y continúa con él después de su muerte. (ver odù Ifá Ogbè yonu)
Ojìjì, según Bascom, no tiene ninguna función durante la vida. Ella sigue al cuerpo nada más que superficialmente. Òjìji asciende al cielo para unirse a los miembros muertos de la familia. La sombra de una persona no se puede capturar para ser usada por una persona viviente para sus propios propósitos. Pero si la presencia del Òjìjì de un difunto, puede asistirnos en la vida para realizar, de forma exitosa, determinadas obras. Cuando se invoca a un difunto líder religioso, su Ojìjì puede influir en que se realice una buena liturgia. En el caso de un asesinato, sin embargo, un pariente puede utilizar la sombra de la víctima para vengar el crimen.
Seguidamente veremos los espíritus fundamentales que hay que tener en cuenta en la realización de la liturgia y de los sacrificios a nuestros antepasados.
1.- Èmí.- Es mediante el cual, a través de los ìyèrè, podemos lograr la asistencia del difunto.
2.- Òrí.- Se mantiene en el cuerpo del animal del sacrificio (quien representa al difunto). El destino propio del difunto (orí) debe acompañarlo en su largo viaje, este no es inherentes a nosotros.
3.- Òjìjì.- Es la influencia del difunto que recibimos en el medio (la sombra del árbol que nos cobija y asiste – Igi bàálè le yí wò). Representa el regreso.
4.- Okàn.- Asiento de la emoción y de la energía física. Este espíritu se aloja en el corazón de los seres humanos, en algunos casos lo comemos del animal sacrificado para recibir la energía física y emotiva del difunto, siempre y cuando hayan sido buenas.
5.- Iponri (ipin ori).- La suerte de Orí. – Vive en los dedos gordos de las personas, a los animales que son ofrecidos se le amarran las patas para no recibir la suerte del difunto.
Nota.- Existe un espíritu denomidado Enikèjì, cada ser humano tiene un doble, si soñamos con asistir a una recolección de frutos, ese doble está en asistencia. Los sinónimos de Orí en el sentido invisible incluyen: ìpín, òjìji y enikejì.- Es el que nos proporciona desde el cielo las buenas cosas del difunto. Mediante el sacrificio se logra la interelación del doble espiritual (enikeji) del difunto del que tomamos los más preciados valores morales y espirituales. En el caso de los animales que se le sacrifican a las divinidades, se le arranca la cabeza y éstos representan a la persona que lo ofrece. Los animales van al cielo sin cabeza (a casa de Ajala) para recibir un nuevo destino o conducta. Al mismo tiempo, materializamos, en nosotros, ciertos valores que emanan de los artículos que fueron ofrecidos como sacrificio. El que se ofrece a Eegun representa al difunto (no se le arranca la cabeza – nadie puede ser enterrado sin su Orí), al cual se le rinden todos los honores de un cadáver y solo lo convocamos para recibir la parte espiritual (Òjìjì - ideas) y no materializar su anterior vida.
“Visitantes del Cielo – Ara òrun.”
Antepasados.
Es un elemento cardinal en la educación yoruba el honrar el pasado antes de emprender una nueva tarea. Se enseña a reflexionar en como las circunstancias del pasado pueden configurar las condiciones del presente y las esperanzas del futuro. El ejemplo tomado de las realizaciones pasadas es la base de las realizaciones futuras. Cada uno de nosotros tenemos el sagrado deber de perfeccionar la obra de nuestros antepasados que a su vez, perfeccionaron la obra de la creación. La razón de nuestra existencia está clara en el pasaje bíblico que dice: “Así en la tierra como en el cielo”. (*El cielo representa para los yorubas la morada de los familiares difuntos - Ode ara òrun).
La reverencia que se concedió a los parientes difuntos que se creían que se volvían seres espirituales poderosos o, menos frecuentemente, para haber logrado el estado de dioses, está basado en la creencia de que los antepasados son miembros activos de la sociedad y todavía están interesado en los asuntos de sus parientes vivientes. El culto a los antepasados es común, aunque no universal. En general, se cree que los antepasados manejan con gran autoridad y tienen poderes especiales para influir en el curso de los eventos o controlar el bienestar de sus parientes vivientes. La protección de la familia es uno de sus preocupaciones principales. Ellos son considerados intermediarios entre el dios supremo, o los dioses y las personas.
Eegun (Egúngún) es el Òrishà que simboliza a todos los antepasados hombres de un linaje. En su sentido metafórico, representa nuestros hábitos familiares y las costumbres legadas mediante las enseñanzas de la escuela familiar dirigidas por el más viejo, desde el preciso momento del surgimiento de los clanes.
Eegun además, es el antepasado común o quién se identifica con un tótem común o animal. Los símbolos y las prácticas se basaron en una relación supuesta entre un individuo o un grupo social y un objeto natural conocidos como un tótem. El tótem puede ser una especie particular de pájaro, animal o planta, un fenómeno natural o un rasgo del paisaje con el que un grupo cree que se unió de alguna manera. La descendencia puede remontarse a un antepasado totémico original que se vuelve el símbolo del grupo. Los yorubas individualmente se han conocido por cultivar una amistad personal con un animal totémico (Ekùn – leopardo) particular o planta. Interpretarse así como un dispositivo conceptual para ordenar a los grupos sociales por medio de los emblemas naturales. Los tótemes se identifican y simbolizan a un grupo en el que se comparte el interés común particularmente para la protección del pariente miembro.
Los yorubas aseguran que los difuntos reencarnan en sus nietos y biznietos. Bàbátúndé (el padre a regresado) es el nombre que lleva un niño nacido inmediatamente después de la muerte de su abuelo y Yeyétúndé el nombre de la niña nacida después de la muerte inmediata de la abuela. Es muy común, durante la invocación a los antepasados, asistir a los difuntos que han muerto en su mayoría de edad. La muerte está hecha para la edad avanzada y dadas las condiciones correctas, cada persona debería vivir hasta una edad madura. La muerte de una persona anciana es una ocasión de regocijo porque la persona solo ha sido llamada a casa y sus hijos viven para enterrarle. Cuando se escucha hablar sola a una persona envejeciente, se cree que está hablando a sus asociados o parientes que ya han partido. Si se pregunta, dirá algo que lo confirme. Los yorubas dicen de tales personas envejecidas, que ya no escuchan lo que decimos; ya que su conversación es con aquellos que están “en el otro lado”
Los peligros que entraña la relación directa con los ancestros a través de la reencarnación parcial.
La reencarnación parcial es que aquellos que han entrado en la Vida Después, ahí se mantienen y ahí los sobrevivientes y sus hijos después de ellos pueden mantener interacción ininterrumpida con ellos, especialmente si ellos han sido buenas personas en la tierra y estaban maduros (sanos) a la hora de su muerte. Aquellos que están en el mundo pueden tener una comunión con ellos y que aquellos están allí con todas las cualidades intactas.
Esto demuestra que la adoración a los ancestros es una nomenclatura para aquello que de hecho no es “Adoración”, pero si una manifestación de una relación familiar irrompible entre los padres que han partido de este mundo y sus retoños que aún están aquí. Se cree que nuestros familiares muertos mantienen un contacto con sus familiares vivos de tiempo en tiempo para luego volver a reencarnar. La primera reaparición se manifiesta a los 40 días después de su fallecimiento y luego, después, una vez por año.
Mediante el culto a los ancestros hay ciertas características lineales dominantes que siguen recurriendo a través de nacimientos y así aseguran la continuidad de la existencia vital de la familia o clan. Dentro de la liturgia yoruba, se le realizan diferentes tipos de ofrecimientos e invocaciones para recibir estas características y adquirir, mediante ello, determinadas facultades que nos son necesarias para afrontar los problemas existenciales.
Los yorubas creen que el difunto puede ser visto a través de sueños o trances y que ellos pueden impartir información o explicación, que pueden dar instrucciones sobre asuntos en los que la familia está en serios aprietos. También pueden enviar mensajes a través de otras personas. Otros pueden curar las enfermedades en los niños. Si hay una pestilencia, por ejemplo, la viruela, o un número grande de muertes súbitas o una proporción alta de mortalidad infantil en un pueblo, se dan ofrendas a los Eegun y la furia del desastre mengua. Son dos razones bastante comunes para buscar la ayuda del Òrishà Eegun.
Los difuntos pueden, también, aparecer a una persona ya sea para dar dirección o ayuda, o para molestar. En muchas ocasiones a través de los ofrecimientos realizados recibimos, de los difuntos, las influencias nefastas que fueron causas de sus dolencias cuando eran seres encarnados. Algunos antepasados pueden afligir a los seres humanos con enfermedades mentales, sobre todo causándoles ver a los seres sobrenaturales en sueños.
Los ritos que se llevan a cabo, deben guardar ciertas exigencias para que se reciban los más altos valores, de los antepasados, mediante la metempsicosis (transmigración de las almas de un cuerpo a otro) y evitar la transmisión, o legado espiritual de los malos hábitos y adversidades que dañaron su existencia terrenal.
Las prácticas “Espiritistas” no aseguran dichas exigencias y representan, en el mundo actual, el principal foco de transmisión de achaques, enfermedades, problemas sociales y de los malos legados espirituales de nuestros ancestros. Ejemplo de ello lo podemos encontrar en ciertas que pertenecen a los odù Ifá Òtura Oniko, Òdí Òshé y Òtura Òbàrà.
Estamos seguros de que la mayoría de los problemas sociales que se presentan en la vida cotidiana de los practicantes del culto yoruba y espiritista, son producto de la evocación indiscriminada de ciertos difuntos que, “cuando animaban carne”, tuvieron imnumerables problemas, también sociales. Así como, con la adoración a nuestros antepasados esclavos incorporamos, a nuestra vida y a nuestra formación, todos los lamentos y marginaciones a que estos fueron sometidos. El hecho se comprueba, en este momento histórico, cuando analizamos que un gran por ciento de los practicantes están vetados de los privilegios sociales y que su suerte esta limitada en la marcha escalonada del desarrollo de la actual civilización.
En los practicantes muchas veces notamos actitudes de sumisión, bajo nivel intelectual, violencia, prejuicios, mala conducta social que, generalmente, los conlleva a una reclusión penitenciaria, problemas familiares que inciden en la unión de la familia, etc. Se pueden observar muchos razgos que son inherentes a nuestros antepasados esclavos. Todas las visicitudes del pasado se han ido transmitiendo de una generación a otra, no sólo por una mala formación en el seno de la familia sino, fundamentalmente, por la metempsicosis que se producen mediante el culto a nuestros antepasados.
Concepto filosófíco del culto a los antepasados.
Los Yoruba generalmente distinguen por lo menos, tres almas separadas:
Èmí (la respiración)
Orí u Elédàá (la cabeza).
Òjìjì (la sombra)
Definiciones.
Èmí (respiración, sangre, algo que existe a lo largo del cuerpo), el significado general es que èmí es el espíritu del hombre, el principio vital, misterioso que distingue a una persona viviente de una persona muerta.
Orí es el invisible e intangible. Es el destino de uno, es lo que llamamos suerte. Si uno es afortunado en la vida, es debido a un Orí bueno. Si uno tiene muchos infortunios, éstos son debidos a un Orí malo. En este sentido invisible, Orí quiere decir también compañero doble o espíritu guardián (Elédàá). El Orí de uno lo sigue a la tierra y continúa con él después de su muerte. (ver odù Ifá Ogbè yonu)
Ojìjì, según Bascom, no tiene ninguna función durante la vida. Ella sigue al cuerpo nada más que superficialmente. Òjìji asciende al cielo para unirse a los miembros muertos de la familia. La sombra de una persona no se puede capturar para ser usada por una persona viviente para sus propios propósitos. Pero si la presencia del Òjìjì de un difunto, puede asistirnos en la vida para realizar, de forma exitosa, determinadas obras. Cuando se invoca a un difunto líder religioso, su Ojìjì puede influir en que se realice una buena liturgia. En el caso de un asesinato, sin embargo, un pariente puede utilizar la sombra de la víctima para vengar el crimen.
Seguidamente veremos los espíritus fundamentales que hay que tener en cuenta en la realización de la liturgia y de los sacrificios a nuestros antepasados.
1.- Èmí.- Es mediante el cual, a través de los ìyèrè, podemos lograr la asistencia del difunto.
2.- Òrí.- Se mantiene en el cuerpo del animal del sacrificio (quien representa al difunto). El destino propio del difunto (orí) debe acompañarlo en su largo viaje, este no es inherentes a nosotros.
3.- Òjìjì.- Es la influencia del difunto que recibimos en el medio (la sombra del árbol que nos cobija y asiste – Igi bàálè le yí wò). Representa el regreso.
4.- Okàn.- Asiento de la emoción y de la energía física. Este espíritu se aloja en el corazón de los seres humanos, en algunos casos lo comemos del animal sacrificado para recibir la energía física y emotiva del difunto, siempre y cuando hayan sido buenas.
5.- Iponri (ipin ori).- La suerte de Orí. – Vive en los dedos gordos de las personas, a los animales que son ofrecidos se le amarran las patas para no recibir la suerte del difunto.
Nota.- Existe un espíritu denomidado Enikèjì, cada ser humano tiene un doble, si soñamos con asistir a una recolección de frutos, ese doble está en asistencia. Los sinónimos de Orí en el sentido invisible incluyen: ìpín, òjìji y enikejì.- Es el que nos proporciona desde el cielo las buenas cosas del difunto. Mediante el sacrificio se logra la interelación del doble espiritual (enikeji) del difunto del que tomamos los más preciados valores morales y espirituales. En el caso de los animales que se le sacrifican a las divinidades, se le arranca la cabeza y éstos representan a la persona que lo ofrece. Los animales van al cielo sin cabeza (a casa de Ajala) para recibir un nuevo destino o conducta. Al mismo tiempo, materializamos, en nosotros, ciertos valores que emanan de los artículos que fueron ofrecidos como sacrificio. El que se ofrece a Eegun representa al difunto (no se le arranca la cabeza – nadie puede ser enterrado sin su Orí), al cual se le rinden todos los honores de un cadáver y solo lo convocamos para recibir la parte espiritual (Òjìjì - ideas) y no materializar su anterior vida.
“Visitantes del Cielo – Ara òrun.”
Antepasados.
Es un elemento cardinal en la educación yoruba el honrar el pasado antes de emprender una nueva tarea. Se enseña a reflexionar en como las circunstancias del pasado pueden configurar las condiciones del presente y las esperanzas del futuro. El ejemplo tomado de las realizaciones pasadas es la base de las realizaciones futuras. Cada uno de nosotros tenemos el sagrado deber de perfeccionar la obra de nuestros antepasados que a su vez, perfeccionaron la obra de la creación. La razón de nuestra existencia está clara en el pasaje bíblico que dice: “Así en la tierra como en el cielo”. (*El cielo representa para los yorubas la morada de los familiares difuntos - Ode ara òrun).
La reverencia que se concedió a los parientes difuntos que se creían que se volvían seres espirituales poderosos o, menos frecuentemente, para haber logrado el estado de dioses, está basado en la creencia de que los antepasados son miembros activos de la sociedad y todavía están interesado en los asuntos de sus parientes vivientes. El culto a los antepasados es común, aunque no universal. En general, se cree que los antepasados manejan con gran autoridad y tienen poderes especiales para influir en el curso de los eventos o controlar el bienestar de sus parientes vivientes. La protección de la familia es uno de sus preocupaciones principales. Ellos son considerados intermediarios entre el dios supremo, o los dioses y las personas.
Eegun (Egúngún) es el Òrishà que simboliza a todos los antepasados hombres de un linaje. En su sentido metafórico, representa nuestros hábitos familiares y las costumbres legadas mediante las enseñanzas de la escuela familiar dirigidas por el más viejo, desde el preciso momento del surgimiento de los clanes.
Eegun además, es el antepasado común o quién se identifica con un tótem común o animal. Los símbolos y las prácticas se basaron en una relación supuesta entre un individuo o un grupo social y un objeto natural conocidos como un tótem. El tótem puede ser una especie particular de pájaro, animal o planta, un fenómeno natural o un rasgo del paisaje con el que un grupo cree que se unió de alguna manera. La descendencia puede remontarse a un antepasado totémico original que se vuelve el símbolo del grupo. Los yorubas individualmente se han conocido por cultivar una amistad personal con un animal totémico (Ekùn – leopardo) particular o planta. Interpretarse así como un dispositivo conceptual para ordenar a los grupos sociales por medio de los emblemas naturales. Los tótemes se identifican y simbolizan a un grupo en el que se comparte el interés común particularmente para la protección del pariente miembro.
Los yorubas aseguran que los difuntos reencarnan en sus nietos y biznietos. Bàbátúndé (el padre a regresado) es el nombre que lleva un niño nacido inmediatamente después de la muerte de su abuelo y Yeyétúndé el nombre de la niña nacida después de la muerte inmediata de la abuela. Es muy común, durante la invocación a los antepasados, asistir a los difuntos que han muerto en su mayoría de edad. La muerte está hecha para la edad avanzada y dadas las condiciones correctas, cada persona debería vivir hasta una edad madura. La muerte de una persona anciana es una ocasión de regocijo porque la persona solo ha sido llamada a casa y sus hijos viven para enterrarle. Cuando se escucha hablar sola a una persona envejeciente, se cree que está hablando a sus asociados o parientes que ya han partido. Si se pregunta, dirá algo que lo confirme. Los yorubas dicen de tales personas envejecidas, que ya no escuchan lo que decimos; ya que su conversación es con aquellos que están “en el otro lado”
Los peligros que entraña la relación directa con los ancestros a través de la reencarnación parcial.
La reencarnación parcial es que aquellos que han entrado en la Vida Después, ahí se mantienen y ahí los sobrevivientes y sus hijos después de ellos pueden mantener interacción ininterrumpida con ellos, especialmente si ellos han sido buenas personas en la tierra y estaban maduros (sanos) a la hora de su muerte. Aquellos que están en el mundo pueden tener una comunión con ellos y que aquellos están allí con todas las cualidades intactas.
Esto demuestra que la adoración a los ancestros es una nomenclatura para aquello que de hecho no es “Adoración”, pero si una manifestación de una relación familiar irrompible entre los padres que han partido de este mundo y sus retoños que aún están aquí. Se cree que nuestros familiares muertos mantienen un contacto con sus familiares vivos de tiempo en tiempo para luego volver a reencarnar. La primera reaparición se manifiesta a los 40 días después de su fallecimiento y luego, después, una vez por año.
Mediante el culto a los ancestros hay ciertas características lineales dominantes que siguen recurriendo a través de nacimientos y así aseguran la continuidad de la existencia vital de la familia o clan. Dentro de la liturgia yoruba, se le realizan diferentes tipos de ofrecimientos e invocaciones para recibir estas características y adquirir, mediante ello, determinadas facultades que nos son necesarias para afrontar los problemas existenciales.
Los yorubas creen que el difunto puede ser visto a través de sueños o trances y que ellos pueden impartir información o explicación, que pueden dar instrucciones sobre asuntos en los que la familia está en serios aprietos. También pueden enviar mensajes a través de otras personas. Otros pueden curar las enfermedades en los niños. Si hay una pestilencia, por ejemplo, la viruela, o un número grande de muertes súbitas o una proporción alta de mortalidad infantil en un pueblo, se dan ofrendas a los Eegun y la furia del desastre mengua. Son dos razones bastante comunes para buscar la ayuda del Òrishà Eegun.
Los difuntos pueden, también, aparecer a una persona ya sea para dar dirección o ayuda, o para molestar. En muchas ocasiones a través de los ofrecimientos realizados recibimos, de los difuntos, las influencias nefastas que fueron causas de sus dolencias cuando eran seres encarnados. Algunos antepasados pueden afligir a los seres humanos con enfermedades mentales, sobre todo causándoles ver a los seres sobrenaturales en sueños.
Los ritos que se llevan a cabo, deben guardar ciertas exigencias para que se reciban los más altos valores, de los antepasados, mediante la metempsicosis (transmigración de las almas de un cuerpo a otro) y evitar la transmisión, o legado espiritual de los malos hábitos y adversidades que dañaron su existencia terrenal.
Las prácticas “Espiritistas” no aseguran dichas exigencias y representan, en el mundo actual, el principal foco de transmisión de achaques, enfermedades, problemas sociales y de los malos legados espirituales de nuestros ancestros. Ejemplo de ello lo podemos encontrar en ciertas que pertenecen a los odù Ifá Òtura Oniko, Òdí Òshé y Òtura Òbàrà.
Estamos seguros de que la mayoría de los problemas sociales que se presentan en la vida cotidiana de los practicantes del culto yoruba y espiritista, son producto de la evocación indiscriminada de ciertos difuntos que, “cuando animaban carne”, tuvieron imnumerables problemas, también sociales. Así como, con la adoración a nuestros antepasados esclavos incorporamos, a nuestra vida y a nuestra formación, todos los lamentos y marginaciones a que estos fueron sometidos. El hecho se comprueba, en este momento histórico, cuando analizamos que un gran por ciento de los practicantes están vetados de los privilegios sociales y que su suerte esta limitada en la marcha escalonada del desarrollo de la actual civilización.
En los practicantes muchas veces notamos actitudes de sumisión, bajo nivel intelectual, violencia, prejuicios, mala conducta social que, generalmente, los conlleva a una reclusión penitenciaria, problemas familiares que inciden en la unión de la familia, etc. Se pueden observar muchos razgos que son inherentes a nuestros antepasados esclavos. Todas las visicitudes del pasado se han ido transmitiendo de una generación a otra, no sólo por una mala formación en el seno de la familia sino, fundamentalmente, por la metempsicosis que se producen mediante el culto a nuestros antepasados.
Concepto filosófíco del culto a los antepasados.
Los Yoruba generalmente distinguen por lo menos, tres almas separadas:
Èmí (la respiración)
Orí u Elédàá (la cabeza).
Òjìjì (la sombra)
Definiciones.
Èmí (respiración, sangre, algo que existe a lo largo del cuerpo), el significado general es que èmí es el espíritu del hombre, el principio vital, misterioso que distingue a una persona viviente de una persona muerta.
Orí es el invisible e intangible. Es el destino de uno, es lo que llamamos suerte. Si uno es afortunado en la vida, es debido a un Orí bueno. Si uno tiene muchos infortunios, éstos son debidos a un Orí malo. En este sentido invisible, Orí quiere decir también compañero doble o espíritu guardián (Elédàá). El Orí de uno lo sigue a la tierra y continúa con él después de su muerte. (ver odù Ifá Ogbè yonu)
Ojìjì, según Bascom, no tiene ninguna función durante la vida. Ella sigue al cuerpo nada más que superficialmente. Òjìji asciende al cielo para unirse a los miembros muertos de la familia. La sombra de una persona no se puede capturar para ser usada por una persona viviente para sus propios propósitos. Pero si la presencia del Òjìjì de un difunto, puede asistirnos en la vida para realizar, de forma exitosa, determinadas obras. Cuando se invoca a un difunto líder religioso, su Ojìjì puede influir en que se realice una buena liturgia. En el caso de un asesinato, sin embargo, un pariente puede utilizar la sombra de la víctima para vengar el crimen.
Seguidamente veremos los espíritus fundamentales que hay que tener en cuenta en la realización de la liturgia y de los sacrificios a nuestros antepasados.
1.- Èmí.- Es mediante el cual, a través de los ìyèrè, podemos lograr la asistencia del difunto.
2.- Òrí.- Se mantiene en el cuerpo del animal del sacrificio (quien representa al difunto). El destino propio del difunto (orí) debe acompañarlo en su largo viaje, este no es inherentes a nosotros.
3.- Òjìjì.- Es la influencia del difunto que recibimos en el medio (la sombra del árbol que nos cobija y asiste – Igi bàálè le yí wò). Representa el regreso.
4.- Okàn.- Asiento de la emoción y de la energía física. Este espíritu se aloja en el corazón de los seres humanos, en algunos casos lo comemos del animal sacrificado para recibir la energía física y emotiva del difunto, siempre y cuando hayan sido buenas.
5.- Iponri (ipin ori).- La suerte de Orí. – Vive en los dedos gordos de las personas, a los animales que son ofrecidos se le amarran las patas para no recibir la suerte del difunto.
Nota.- Existe un espíritu denomidado Enikèjì, cada ser humano tiene un doble, si soñamos con asistir a una recolección de frutos, ese doble está en asistencia. Los sinónimos de Orí en el sentido invisible incluyen: ìpín, òjìji y enikejì.- Es el que nos proporciona desde el cielo las buenas cosas del difunto. Mediante el sacrificio se logra la interelación del doble espiritual (enikeji) del difunto del que tomamos los más preciados valores morales y espirituales. En el caso de los animales que se le sacrifican a las divinidades, se le arranca la cabeza y éstos representan a la persona que lo ofrece. Los animales van al cielo sin cabeza (a casa de Ajala) para recibir un nuevo destino o conducta. Al mismo tiempo, materializamos, en nosotros, ciertos valores que emanan de los artículos que fueron ofrecidos como sacrificio. El que se ofrece a Eegun representa al difunto (no se le arranca la cabeza – nadie puede ser enterrado sin su Orí), al cual se le rinden todos los honores de un cadáver y solo lo convocamos para recibir la parte espiritual (Òjìjì - ideas) y no materializar su anterior vida.
jueves, 1 de mayo de 2008
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1 comentario:
le haces honor a tu signo oturatillu
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